Los recientes disturbios en Vitoria, desencadenados por una manifestación de Falange Española y una contramanifestación de grupos radicales, han puesto de relieve la creciente tensión política en la región. El consejero de Seguridad del Gobierno Vasco, Bingen Zupiria, ha declarado que el verdadero objetivo de los grupos radicales no era la formación de ultraderecha, sino la Ertzaintza, la policía autonómica del País Vasco. Esta afirmación ha reavivado el debate sobre la seguridad y la convivencia en la comunidad, así como sobre el papel de las organizaciones políticas en la gestión de estos conflictos.
La situación se intensificó el 12 de octubre, cuando los enfrentamientos entre los manifestantes y la policía resultaron en una veintena de heridos y 19 detenidos. Zupiria ha señalado que la raíz de los incidentes no fue la concentración de Falange, que contaba con autorización, sino la movilización de grupos contrarios que decidieron agredir a los manifestantes. Este tipo de violencia ha sido un tema recurrente en la política vasca, donde la historia de enfrentamientos entre diferentes ideologías ha dejado una huella profunda.
### La Historia de la Violencia en Vitoria
El consejero recordó que la última manifestación de Falange en Euskadi tuvo lugar en 2008, durante el mandato de Ibarretxe. En aquella ocasión, el Departamento de Seguridad decidió prohibir la manifestación, pero la decisión fue revertida por la justicia, que priorizó el derecho a la libre expresión. Zupiria ha criticado la atención que se le da a una organización que, según él, tiene un apoyo electoral mínimo en comparación con la magnitud de los problemas de violencia que enfrenta la sociedad vasca. «Es divertido que nos fijemos en una organización con solo 5,000 votos en toda España, mientras ignoramos la violencia totalitaria en las calles de Vitoria», afirmó.
La referencia a la historia de la violencia en la región es crucial para entender el contexto actual. Zupiria ha señalado que los disturbios recientes son parte de un patrón más amplio de confrontación entre grupos radicales y la policía, un fenómeno que ha sido alimentado por la polarización política y la falta de diálogo entre diferentes sectores de la sociedad. La percepción de que ciertos grupos están intentando desestabilizar el modelo de convivencia en el País Vasco ha llevado a un clima de desconfianza y tensión.
### La Respuesta de EH Bildu y la Izquierda Abertzale
La respuesta de EH Bildu, el partido que representa a la izquierda abertzale, ha sido objeto de críticas por parte del Gobierno Vasco. Zupiria ha insinuado que algunas organizaciones políticas están dispuestas a dar cobertura a los grupos radicales, evitando así confrontar los problemas que estos generan. Según él, hay un interés en desviar la atención hacia la manifestación de Falange en lugar de abordar los incidentes violentos que se produjeron.
El consejero ha subrayado que desde que se conoció la convocatoria de la concentración de Falange, no hubo una respuesta clara por parte de los partidos políticos, lo que sugiere una falta de liderazgo en la gestión de la seguridad pública. Zupiria ha afirmado que hay organizaciones alegales y antisistema que buscan alterar el orden público y que, en ocasiones, reciben apoyo de partidos políticos que prefieren no enfrentarse a ellos.
La complejidad de la situación se ve agravada por la existencia de diferentes grupos dentro de la izquierda abertzale que no siempre están alineados. Zupiria ha mencionado a Ernai, las juventudes de Sortu, y a otros grupos como GKS o Jardun, que a menudo tienen posturas divergentes. Esta fragmentación dentro de la izquierda abertzale complica aún más la respuesta política a los incidentes y la posibilidad de un diálogo constructivo.
La tensión entre la Ertzaintza y los grupos radicales, así como la postura de EH Bildu, refleja un desafío mayor para la política vasca. La necesidad de un enfoque más cohesionado y efectivo para abordar la violencia y la polarización se hace evidente, pero la falta de consenso entre las fuerzas políticas dificulta la búsqueda de soluciones.
En este contexto, la figura de Zupiria se convierte en un punto focal. Su insistencia en que el objetivo de los grupos radicales es la Ertzaintza y no la Falange plantea interrogantes sobre cómo se puede avanzar hacia un modelo de convivencia más pacífico. La política vasca se enfrenta a un momento crítico, donde la historia de violencia y la polarización actual requieren una atención urgente y un enfoque renovado para garantizar la seguridad y la cohesión social en la región.