En las últimas semanas, la relación entre el Partido Nacionalista Vasco (PNV) y el Partido Socialista Obrero Español (PSE) ha estado marcada por una serie de tensiones que han puesto a prueba su coalición en el Gobierno Vasco. A pesar de los desacuerdos públicos sobre temas como el trazado del Tren de Alta Velocidad (TAV) y las políticas de inmigración, ambos partidos han manifestado su intención de mantener su pacto, evitando que las diferencias se conviertan en una crisis mayor.
La situación se ha vuelto más compleja debido a la creciente presión sobre el PSE para que defina su posición política sin que su alianza con el PNV le reste identidad. Eneko Andueza, secretario general del PSE, ha optado por no formar parte del Gobierno Vasco como consejero, buscando así mantener un margen de maniobra que le permita actuar con mayor libertad. Por su parte, el PNV también ha expresado la necesidad de diferenciarse de la estrategia del Gobierno central, liderado por Pedro Sánchez, para evitar confusiones sobre su postura política.
Uno de los puntos de fricción más destacados ha sido el debate sobre la inmigración. El lehendakari Imanol Pradales reabrió la discusión al cuestionar qué tipo de migración necesita Euskadi y cuál es la que realmente está recibiendo. Estas declaraciones fueron rápidamente criticadas por Marisol Garmendia, delegada del Gobierno central en Euskadi, quien acusó al lehendakari de adoptar una postura retrógrada, similar a la de partidos de derecha como el PP y Vox. Esta respuesta provocó una reacción inmediata del EBB, el órgano de dirección del PNV, que calificó las palabras de Garmendia como «inadmisibles» y dejó claro que estaban tomando nota de la situación.
A pesar de las tensiones, el Gobierno Vasco ha intentado calmar los ánimos. En una reunión del Consejo de Gobierno, la portavoz Maria Ubarretxena aseguró que no hubo desacuerdos significativos entre los consejeros del PSE y el PNV. Ubarretxena defendió que las palabras del lehendakari estaban enmarcadas en una reflexión sobre el reto demográfico que enfrenta Euskadi, destacando la necesidad de atraer talento y fidelizar a la población en un contexto de envejecimiento.
La portavoz también subrayó que la migración es un factor clave para abordar este reto, y que actualmente no existe un plan estructural ni a nivel europeo ni estatal que regule adecuadamente la política migratoria. Este vacío normativo ha llevado a que la inmigración en Euskadi no sea planificada, lo que podría tener consecuencias a largo plazo en la economía y la sociedad vasca.
Por otro lado, la oposición también ha hecho sentir su voz en este debate. Arnaldo Otegi, secretario general de EH Bildu, ha criticado tanto al PNV como al PSE por su falta de entendimiento en cuestiones migratorias y ha pedido que no se utilice este tema como arma electoral. Otegi ha propuesto un pacto nacional vasco que regule la inmigración de manera efectiva, sugiriendo que la falta de consenso entre los dos partidos mayoritarios podría llevar a una gestión inadecuada de la situación.
La tensión entre el PNV y el PSE no solo refleja un desacuerdo sobre políticas específicas, sino que también pone de manifiesto una lucha más amplia por el control y la dirección política en Euskadi. Ambos partidos son conscientes de que, a pesar de sus diferencias, no hay una alternativa viable a su coalición en el corto plazo. Sin embargo, la dinámica actual podría ser un anticipo de lo que se avecina en las próximas elecciones municipales y forales, donde se espera que las tensiones se intensifiquen aún más.
En este contexto, la política vasca se encuentra en un momento crucial, donde las decisiones que se tomen en los próximos meses podrían tener un impacto significativo en el futuro de la región. La capacidad de PNV y PSE para gestionar sus diferencias y encontrar un terreno común será fundamental para mantener la estabilidad del Gobierno Vasco y para abordar los desafíos que enfrenta la sociedad vasca en su conjunto. La situación actual es un recordatorio de que, aunque la paz política ha sido la norma en los últimos años, las tensiones subyacentes pueden resurgir en cualquier momento, poniendo a prueba la resiliencia de la coalición y la capacidad de sus líderes para navegar en aguas turbulentas.