La reciente conmemoración del 45 aniversario del Estatuto de Gernika ha suscitado un intenso debate en la política vasca. Este evento, que simboliza un hito en la historia del autogobierno en Euskadi, ha sido objeto de análisis por parte de figuras históricas de la izquierda abertzale, quienes han compartido sus reflexiones sobre el pasado y el presente de su movimiento. En este contexto, se ha puesto de manifiesto la evolución de EH Bildu y su relación con el resto del espectro político.
La izquierda abertzale, que en sus inicios se caracterizó por un discurso rupturista y una oposición frontal al sistema político establecido, ha experimentado un notable cambio en su enfoque. Hoy en día, se presenta como un actor político que busca la normalización y la integración en el sistema democrático español. Este giro ha sido interpretado como un signo de madurez política, aunque también ha generado críticas por parte de aquellos que consideran que no se ha hecho suficiente autocrítica sobre el pasado violento del movimiento.
Uno de los puntos más destacados en las declaraciones de los históricos de Herri Batasuna es la justificación de su ausencia en el primer Parlamento Vasco en 1980. Argumentaron que el nuevo parlamento no representaba adecuadamente a la totalidad del pueblo vasco, excluyendo a Navarra y siendo parte de un proceso de institucionalización que consideraban insuficiente. Esta perspectiva revela una continuidad en la visión de la política vasca, donde el ‘todo o nada’ de antaño parece haber sido suavizado, pero no completamente abandonado.
El acto de Gernika, que se celebró con abrazos y aplausos, también ha sido criticado por algunos como un homenaje vacío. Los firmantes de la carta, que no participaron en la vida parlamentaria de la legislatura de 1980, han señalado que la celebración no debe obviar la historia de violencia y sufrimiento que ha marcado a Euskadi. Este llamado a la memoria histórica es fundamental para entender la complejidad de la situación actual.
A lo largo de los años, EH Bildu ha logrado conectar con sectores de la sociedad que antes le eran ajenos, como las clases medias y los empresarios. Este cambio de estrategia ha permitido al partido presentarse como una alternativa viable frente al PNV, que ha sido percibido como desgastado. Sin embargo, la relación con el PSOE ha sorprendido a muchos, dado que en el pasado la izquierda abertzale demonizaba a este partido. Hoy, EH Bildu se ha convertido en un aliado clave del Gobierno de Pedro Sánchez, lo que refleja un cambio significativo en la dinámica política del País Vasco.
A pesar de estos avances, persisten heridas abiertas y un sentimiento de que el sufrimiento causado por la violencia no ha sido completamente reconocido. La necesidad de una reflexión crítica sobre el pasado es más urgente que nunca. La izquierda abertzale debe asumir su responsabilidad en la violencia y trabajar hacia una reconciliación que incluya un reconocimiento de las injusticias sufridas por todas las partes involucradas.
El futuro de la política vasca dependerá en gran medida de la capacidad de EH Bildu para desprenderse de las ataduras del pasado y construir un relato que no solo sea inclusivo, sino también ético. La construcción de una sociedad más cohesiva y empática es un desafío que requiere un compromiso genuino con la memoria histórica y la dignidad de todas las víctimas.
En este contexto, el discurso de que ‘todos nos hemos equivocado’ no debe convertirse en una excusa para evitar una catarsis necesaria. La memoria democrática y la dignidad como país son valores que deben ser defendidos y promovidos. La política vasca se encuentra en un momento crucial, y la forma en que se aborde el pasado influirá en la construcción de un futuro más justo y pacífico para todos los vascos.