La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) ha actualizado sus previsiones de crecimiento para España, elevando su estimación para el año 2025 en dos décimas, alcanzando un 2,6%. Esta cifra se alinea estrechamente con la proyección del Gobierno español, que anticipa un crecimiento del 2,7% para el mismo año. Para 2026, la OCDE también ha ajustado al alza su proyección, situándola en un 2%, lo que indica una leve desaceleración, pero que sigue siendo coherente con la tendencia económica general. A pesar de un contexto global marcado por la incertidumbre geopolítica y comercial, España se posiciona como líder en crecimiento entre las economías avanzadas en 2025, con una previsión que triplica la estimación de crecimiento para la zona euro.
El reciente informe de la OCDE no considera la revisión de la Contabilidad Nacional del Instituto Nacional de Estadística (INE) de España, que, entre otros ajustes, ha elevado el crecimiento del PIB para 2024 en tres décimas, alcanzando un 3,5%. Este incremento se atribuye principalmente a un avance más significativo de la inversión de lo que se había calculado inicialmente. El ministro de Economía, Carlos Cuerpo, ha destacado que el crecimiento del PIB será impulsado por un notable dinamismo en el consumo y la inversión, y ha enfatizado la importancia de que este crecimiento se traduzca en beneficios tangibles para la ciudadanía, reforzando así el Estado de bienestar.
En el análisis de la OCDE, el economista jefe Álvaro Pereira ha identificado tres motores clave que sustentan el crecimiento español: el consumo, el turismo y la inmigración. Sin embargo, el informe también señala algunas debilidades, como el aumento del peso de la deuda y la baja productividad. A pesar de estas preocupaciones, los datos globales sugieren una cierta fortaleza macroeconómica en comparación con otros países europeos. En el ámbito global, la OCDE ha reconocido que la economía mundial ha mostrado resiliencia hasta ahora, aunque se percibe una debilidad creciente y se anticipa una desaceleración en el crecimiento. Se prevé que el crecimiento global, que se situaba en un 3,5% en 2024, disminuya al 3,2% en 2025 y aún más, hasta el 2,9% en 2026.
La OCDE ha advertido que aún no se han sentido plenamente los efectos de los aranceles impuestos en Estados Unidos desde la llegada de Donald Trump al poder. Mathias Cormann, secretario de la OCDE, ha señalado que con el proteccionismo no hay ganadores, haciendo hincapié en la situación de la economía estadounidense. A pesar de que Estados Unidos ha logrado mantenerse a flote, gran parte de este éxito se debe a su atractivo para las inversiones en el sector tecnológico, lo que ha llevado a que el país esté muy por delante de otros en este ámbito. Sin embargo, la OCDE ha indicado que los aranceles han aumentado al 19,5%, el nivel más alto desde la década de 1930, lo que podría tener repercusiones negativas a largo plazo.
Aunque no se ha materializado la temida recesión ni una espiral inflacionaria, es importante considerar que muchos importadores han adelantado sus compras para asegurar un stock suficiente, absorbiendo parte del aumento de precios en sus márgenes. La tendencia es clara: bajo la administración de Trump, Estados Unidos se enfrenta a un crecimiento más débil y a una inflación más alta. Las proyecciones indican que el crecimiento en Estados Unidos pasará del 2,8% al 1,8% este año, y descenderá aún más al 1,5% en 2026. En cuanto a la inflación, se espera que aumente del 2,5% en 2024 al 2,7% este año y al 3% en 2026.
Por otro lado, Alemania, que ha experimentado dos años de contracción, se prevé que se recupere gracias a nuevas inversiones en el sector defensa. La OCDE anticipa que el PIB alemán crecerá un 0,3% en 2025 y un 1,1% en 2026. Este repunte en la economía alemana podría tener un efecto positivo en toda Europa, ya que se espera que el crecimiento del PIB de la eurozona sea del 1,2% en 2025, lo que representa un aumento de 0,2 puntos porcentuales respecto a las previsiones anteriores.
Finalmente, la OCDE ha subrayado la necesidad de que los países retomen la senda del rigor fiscal, dado el incremento global de la deuda, que ha sido impulsado por el aumento de los gastos militares, los costos energéticos y la transición hacia una economía más verde. La organización advierte que un alto nivel de deuda puede llevar a que los países gasten más en intereses que en áreas críticas como la sanidad y la educación, lo que a su vez podría obstaculizar el crecimiento de la productividad.