La vida de Tom Phillips, un neozelandés que se convirtió en fugitivo junto a sus tres hijos, ha capturado la atención del público durante casi cuatro años. Su historia, marcada por la clandestinidad y la lucha por la supervivencia, culminó trágicamente con su muerte en un tiroteo con la policía. Este suceso, que tuvo lugar en la zona rural de Piopio, ha dejado a muchos preguntándose sobre las circunstancias que llevaron a esta familia a vivir en el bosque y las implicaciones de su vida en la clandestinidad.
### La Desaparición y Vida en el Bosque
Tom Phillips, de 39 años, desapareció junto a sus hijos Ember, Maverick y Jayda poco antes de la Navidad de 2021. La razón detrás de su huida fue una disputa por la custodia de los menores con su expareja. Tras abandonar la remota comunidad de Marokopa, en la Isla Norte de Nueva Zelanda, la familia se internó en los bosques cercanos, donde permanecieron ocultos durante 1,358 días. Esta prolongada fuga no solo fue un desafío físico, sino también emocional, tanto para Phillips como para sus hijos.
Durante su tiempo en el bosque, la familia enfrentó un entorno hostil, caracterizado por un clima severo, lluvias frecuentes y temperaturas que a menudo rozaban el congelamiento. Sin acceso a la civilización, los niños crecieron alejados de la vida moderna, sin contacto con bancos, escuelas o redes sociales. Phillips se las arregló para sobrevivir cultivando, recolectando, cazando y pescando, lo que demuestra una notable capacidad de adaptación y resistencia.
A pesar de su vida en la clandestinidad, hubo avistamientos esporádicos de Phillips y sus hijos. El primero se registró el 2 de agosto de 2023, cuando se reportó que robó un vehículo y fue visto comprando suministros de supervivencia en tiendas locales. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos de las autoridades, la búsqueda no logró dar con su paradero hasta mucho después.
### El Trágico Final
La historia de Tom Phillips llegó a un desenlace trágico el 27 de agosto de 2025, cuando cámaras de seguridad captaron a un hombre que parecía ser él, junto a uno de sus hijos, intentando forzar la entrada a una tienda en Piopio. Este intento de robo fue el preludio de un enfrentamiento fatal con la policía. En un intento por escapar, Phillips fue abatido, mientras que su hija que lo acompañaba resultó ilesa.
Tras el tiroteo, las autoridades localizaron un campamento donde se esperaba encontrar a los otros dos menores. Este campamento, construido con neumáticos, ramas y lonas, se encontraba a aproximadamente dos kilómetros del lugar del incidente. En el lugar también se hallaron armas de fuego, una motocicleta y un quad camuflados, así como latas de refresco y un bidón de gas, lo que sugiere que la familia había estado viviendo en condiciones precarias pero organizadas.
La muerte de Phillips ha suscitado una serie de preguntas sobre el bienestar de los niños y las circunstancias que llevaron a esta familia a vivir en el bosque. Actualmente, los menores se encuentran bajo la custodia de las autoridades, lo que pone fin a un periodo de incertidumbre sobre su situación. La policía ha acordonado varias áreas del oeste de Waikato mientras continúa su investigación, buscando más campamentos y detalles sobre la vida de Phillips y sus hijos durante estos años de desaparición.
La historia de Tom Phillips es un recordatorio de las complejidades que pueden surgir en situaciones de custodia y la desesperación que puede llevar a una persona a huir con sus hijos. A medida que se desentrañan los detalles de su vida en el bosque, la sociedad neozelandesa se enfrenta a la difícil realidad de una familia que, en su búsqueda de libertad, terminó atrapada en una tragedia.
La atención mediática que ha rodeado este caso ha puesto de relieve no solo la historia de Phillips, sino también la necesidad de abordar los problemas de custodia y la protección de los menores en situaciones de conflicto familiar. La vida de estos niños, que han crecido en un entorno tan inusual, plantea preguntas sobre su futuro y la forma en que se les proporcionará el apoyo necesario para recuperarse de esta experiencia traumática.