Los recientes incidentes en Azpeitia y Vitoria han reavivado el debate sobre la actuación de la Ertzaintza y la percepción de la seguridad en el País Vasco. La situación ha generado una serie de reacciones que ponen de manifiesto la complejidad del contexto político y social actual. En este escenario, EH Bildu ha tomado una postura crítica hacia la policía vasca, acusándola de comportamientos autoritarios y de alejarse de los principios democráticos. Sin embargo, esta crítica no está exenta de contradicciones, especialmente cuando se considera el papel que la Ertzaintza desempeña en la garantía de la seguridad pública.
La percepción de la violencia y el terrorismo en el País Vasco es un tema delicado. Muchos ciudadanos recuerdan con dolor los años de actividad de ETA y las consecuencias que tuvo en la sociedad. Por ello, comparar la actual conflictividad social con la capacidad destructiva de la organización terrorista resulta no solo injusto, sino también una simplificación que ignora el sufrimiento de quienes vivieron esos tiempos. La historia no se repite de la misma manera, y aunque los incidentes recientes son inquietantes, es fundamental abordarlos con una perspectiva que no caiga en la exageración.
La crítica de EH Bildu hacia la Ertzaintza se centra en la idea de un ‘modelo policial’ que, según ellos, se aleja de los principios democráticos. Sin embargo, es importante reconocer que la policía tiene la responsabilidad de mantener el orden y la seguridad, incluso en situaciones difíciles. La labor de la Ertzaintza, como la de cualquier cuerpo policial en una democracia, es ingrata y a menudo impopular. Si se producen excesos, es esencial que se investiguen y se tomen las medidas correctivas necesarias, pero esto no debe llevar a una deslegitimación de su función.
En este contexto, EH Bildu se enfrenta a un dilema. Por un lado, busca posicionarse como una alternativa seria de poder, pero por otro, se encuentra con la presión de su base militante, que a menudo se siente desubicada. La coalición ha desaprovechado oportunidades para consolidar su imagen en el centro del espectro político, lo que podría haberle permitido ganar apoyo entre sectores más amplios de la sociedad. En cambio, ha optado por una narrativa que refuerza la polarización y el antagonismo hacia la Ertzaintza, lo que podría resultar contraproducente a largo plazo.
La juventud también juega un papel crucial en esta dinámica. Grupos como GKS han emergido como referentes de un activismo juvenil que se opone al sistema establecido. Este activismo, que se alimenta de la frustración y el descontento, encuentra en los incidentes recientes una oportunidad para ganar visibilidad y apoyo. La narrativa de la lucha contra los ‘zipaios’ y la denuncia del ‘veto’ en las txosnas de Vitoria son ejemplos de cómo estos grupos buscan posicionarse como la voz de una generación que se siente marginada.
El PNV, por su parte, se encuentra en una posición favorable para capitalizar esta situación. La narrativa de ‘la ley y el orden’ es siempre atractiva, especialmente en tiempos de incertidumbre. La percepción de que la seguridad es un valor fundamental puede traducirse en apoyo electoral, lo que coloca a EH Bildu en una posición vulnerable. La coalición debe navegar cuidadosamente entre su base militante y la necesidad de presentarse como un partido responsable y capaz de gobernar.
El debate sobre la legitimidad de la intervención policial es fundamental. Aceptar que la Ertzaintza tiene el derecho y la responsabilidad de actuar es el primer paso para establecer un diálogo constructivo sobre la proporcionalidad de sus acciones. La seguridad no debe ser vista como un tema tabú, sino como un aspecto esencial de la convivencia democrática. La crítica a la policía debe ser constructiva y orientada a mejorar la eficacia y el respeto a los derechos humanos, no a deslegitimar su función.
En resumen, la tensión social en el País Vasco refleja una serie de factores interrelacionados que van más allá de la simple crítica a la actuación policial. La historia reciente, la percepción de la violencia y el papel de los jóvenes en la política son elementos que deben ser considerados en su conjunto. La capacidad de EH Bildu para posicionarse como una alternativa viable dependerá de su habilidad para manejar estas complejidades y ofrecer una visión que no solo critique, sino que también proponga soluciones efectivas para los desafíos actuales.