En Jumilla, un municipio conocido por su producción agrícola, la figura del agricultor se entrelaza con la de los temporeros, muchos de ellos inmigrantes que llegan en busca de oportunidades. Ana y Antonio López, una pareja de hermanos que representan la tercera generación de agricultores en su familia, han adaptado su negocio a las exigencias del mercado actual, cultivando alrededor de cien hectáreas de fruta de hueso. En esta época del año, la recolección de melocotones y paraguayos está en su apogeo, y la necesidad de mano de obra es crucial. Durante la campaña, pueden llegar a cosechar hasta dos millones de kilogramos de fruta, lo que implica la contratación de un gran número de jornaleros, especialmente de origen latino y africano.
La agricultura en Jumilla no solo es un negocio; es un esfuerzo colectivo que depende en gran medida de la mano de obra inmigrante. Ana López destaca que, a pesar de la modernización y la tecnificación del campo, la demanda de trabajo manual sigue siendo alta. «Esto demanda mucha mano de obra aunque tecnifiques el campo, y se sostiene con la población inmigrante», comenta mientras revisa la fruta dañada por el granizo reciente. Esta situación pone de manifiesto la importancia de regularizar la situación laboral de los inmigrantes, quienes, a menudo, son la columna vertebral de la producción agrícola en la región.
### La Vida de los Temporeros: Desafíos y Solidaridad
Los temporeros que trabajan en la agricultura de Jumilla enfrentan una dura realidad. Mahamadou Salou, un inmigrante de Mali que llegó a España en 2018, comparte su experiencia. «No me puedo quejar de nada, siempre he vivido del campo y ahora comparto una casa con varios compañeros», dice mientras descarga un capazo de paraguayos. La vida de estos trabajadores no es fácil; se levantan a las cuatro de la mañana y trabajan hasta doce horas diarias, cargando kilos de fruta bajo el sol. Muchos de ellos envían gran parte de su salario a sus familias en sus países de origen, lo que resalta la importancia de su trabajo no solo para ellos, sino también para sus seres queridos.
Ana López enfatiza la necesidad de cuidar a estos trabajadores, no solo en términos de salario, sino también en lo que respecta a sus condiciones de vida. «Hay que preocuparse más por cómo viven, en qué condiciones y si tienen contrato», afirma. La economía sumergida es un problema que afecta a muchos inmigrantes, quienes a menudo no tienen acceso a derechos laborales básicos. Ana aboga por un mayor control y regulación para asegurar que estos trabajadores estén protegidos y puedan contribuir plenamente a la economía.
La comunidad de inmigrantes en Jumilla también se apoya mutuamente. Ana menciona que, a pesar de las dificultades, han formado una red de apoyo que les ayuda a cubrir necesidades básicas como la vivienda y la búsqueda de empleo. «Se apoyan mucho entre ellos porque han pasado muchas calamidades», explica. Esta solidaridad es fundamental para su bienestar y supervivencia en un entorno que a menudo puede ser hostil.
### La Inmigración y la Agricultura: Un Debate Necesario
El tema de la inmigración en el sector agrícola es un asunto delicado y a menudo polémico. Ana López es clara en su postura: «Si no estuvieran ellos, no podríamos cosechar. No se puede ser hipócrita, decir que no quieres inmigrantes pero sí que vengan a recoger la fruta». Esta afirmación pone de relieve la contradicción que existe en la percepción pública sobre la inmigración. Por un lado, hay un rechazo hacia la llegada de inmigrantes, pero por otro, una dependencia evidente de su trabajo en sectores clave como la agricultura.
La situación en Jumilla refleja un microcosmos de la realidad española, donde la agricultura depende en gran medida de la mano de obra inmigrante. Sin embargo, el debate sobre la inmigración a menudo se centra en aspectos superficiales, como el lugar donde rezan o las costumbres culturales, en lugar de abordar las condiciones de vida y trabajo de estas personas. Ana López llama a la acción: «Los problemas de la inmigración se atajan así, no diciéndole a la gente que no vaya a rezar al campo de fútbol». Esta declaración resuena con la necesidad de un enfoque más humano y comprensivo hacia la inmigración, que reconozca el valor y la contribución de estos trabajadores a la sociedad.
La agricultura en Jumilla es un reflejo de la complejidad de la inmigración en España. Los agricultores como Ana y Antonio López no solo cultivan la tierra, sino que también son defensores de los derechos de los trabajadores que hacen posible su éxito. En un mundo donde la producción agrícola es cada vez más demandante, es crucial reconocer y valorar el papel de los inmigrantes en este sector, asegurando que su trabajo sea reconocido y que sus derechos sean protegidos.