El primer ministro británico, Keir Starmer, ha dado un giro notable en su enfoque hacia la política migratoria del Reino Unido, adoptando un discurso que se asemeja al de la extrema derecha. Este cambio se produce en un contexto político donde el partido Reform UK, liderado por Nigel Farage, ha ganado terreno en las encuestas y en las recientes elecciones municipales. Starmer, quien comenzó su carrera política en el ala izquierda del Partido Laborista, ha evolucionado hacia una postura más centrada y pragmática, buscando recuperar el control de la narrativa migratoria que ha dominado el debate político en el país.
La reciente propuesta de Starmer incluye una serie de reformas drásticas que buscan reducir la llegada neta de inmigrantes, que en el último año alcanzó la cifra de 728,000. Según el primer ministro, esta cifra es insostenible y perjudica las oportunidades laborales de los jóvenes británicos. Entre las medidas que ha anunciado se encuentran restricciones más severas en la concesión de visados para trabajar, estudiar o reunificación familiar, así como la eliminación de permisos de residencia para quienes cuidan a personas mayores. Además, se implementarán exámenes de inglés más rigurosos para aquellos que deseen establecerse permanentemente en el país.
Starmer ha declarado que «establecerse en el Reino Unido no es un derecho, sino un privilegio que hay que ganarse», enfatizando la necesidad de que los inmigrantes se integren y acepten los valores de la sociedad británica. Esta retórica, que recuerda a los eslóganes del Brexit, refleja un cambio significativo en la política del Labour, que tradicionalmente ha defendido una postura más abierta y acogedora hacia la inmigración. Sin embargo, el primer ministro se enfrenta a un dilema: cómo adoptar una política migratoria que atraiga a los votantes sin parecer que está cediendo ante la presión de la extrema derecha.
### La Presión Electoral y el Cambio de Narrativa
El contexto electoral actual en el Reino Unido es complicado. El partido Reform UK ha logrado captar la atención de un sector significativo de la población, especialmente aquellos preocupados por la inmigración y la seguridad. En este escenario, Starmer se ve obligado a adoptar un enfoque más radical en su política migratoria para evitar que su partido pierda apoyo ante la amenaza de la extrema derecha. Su estrategia parece estar diseñada para desincentivar la llegada de inmigrantes a través de vías legales, con el objetivo de reducir la inmigración neta en varias decenas de miles antes de las elecciones autonómicas en Escocia y Gales programadas para el próximo año.
Las medidas propuestas por Starmer incluyen un aumento en el periodo de estancia mínimo necesario para solicitar la nacionalidad, que pasará de cinco a diez años. También se prevé que las empresas tengan que ofrecer empleos a nacionales antes de considerar a extranjeros, lo que podría complicar aún más la situación para aquellos que buscan oportunidades en el Reino Unido. Esta política de «prioridad nacional» es un reflejo de la creciente presión que siente el Labour para alinearse con las preocupaciones de los votantes sobre la inmigración.
Además, Starmer ha roto con algunos de los principios tradicionales del laborismo, como la reducción de subsidios sociales y la ayuda exterior, para poder aumentar el gasto en defensa y otras áreas que considera prioritarias. Este cambio ha generado críticas entre los sectores más progresistas del partido, que ven en estas decisiones una traición a los valores fundamentales del Labour. Sin embargo, el primer ministro parece decidido a mantener su curso, convencido de que la supervivencia del partido depende de su capacidad para adaptarse a las nuevas realidades políticas.
### Desafíos y Oportunidades en el Horizonte
La política migratoria de Starmer no solo enfrenta la resistencia de los sectores más progresistas dentro del Labour, sino también la oposición de grupos de derechos humanos y defensores de la inmigración. Muchos argumentan que las medidas propuestas son excesivamente restrictivas y que podrían tener un impacto negativo en la diversidad y la economía del país. La crítica se centra en que estas políticas podrían perpetuar un clima de xenofobia y desconfianza hacia los inmigrantes, lo que a su vez podría afectar la cohesión social en el Reino Unido.
Por otro lado, Starmer también está buscando establecer un acuerdo recíproco de movilidad con la Unión Europea para permitir que los jóvenes europeos puedan trabajar y estudiar en el Reino Unido por un periodo de entre uno y tres años. Esta medida podría ser vista como un intento de equilibrar su enfoque restrictivo con una oferta que beneficie a los jóvenes y fomente la cooperación internacional.
El primer ministro se encuentra en una encrucijada, donde debe navegar entre las demandas de su base electoral y las expectativas de un electorado más amplio. La forma en que gestione esta situación no solo determinará el futuro del Partido Laborista, sino también el rumbo de la política migratoria en el Reino Unido en los próximos años. Con las elecciones generales a la vista, el tiempo se agota para que Starmer implemente su visión y demuestre que puede liderar el país en un momento de creciente incertidumbre y polarización política.