La frontera entre Kefarkela y Metula es un claro ejemplo de cómo la geografía puede ser testigo de la historia y del conflicto. En este rincón del mundo, las ruinas de la guerra y la vida cotidiana se entrelazan de manera compleja. A solo 750 metros de distancia, dos pueblos se miran entre sí, separados por un muro que simboliza no solo una frontera física, sino también una profunda división cultural y emocional.
**La Destrucción y la Resiliencia en Kefarkela**
Kefarkela, un pueblo libanés que ha sufrido enormemente a causa de los bombardeos israelíes, se encuentra en un estado de devastación. Las palabras del alcalde, Mohamed Hassanshid, resuenan con la desesperanza y la determinación de sus habitantes: «Reconstruiremos todo una y otra vez, para que sepan que nunca nos marcharemos». Esta declaración refleja la resiliencia de un pueblo que ha sido testigo de la destrucción de su hogar, pero que se niega a rendirse.
La ofensiva terrestre israelí, que comenzó el 1 de octubre de 2024, dejó un rastro de destrucción en varias localidades libanesas. La guerra no solo ha arrasado edificios, sino que también ha fracturado la confianza entre comunidades que alguna vez coexistieron. La distancia física entre Kefarkela y Metula es mínima, pero las barreras emocionales son abismales. La percepción de los israelíes como «la Palestina ocupada» por parte de los libaneses es un reflejo de la historia de conflictos que ha marcado la región.
La reconstrucción de Kefarkela no solo depende de la voluntad de sus habitantes, sino también de la ayuda externa, que podría llegar de Hizbulah o de Irán. Sin embargo, la desconfianza persiste. La historia reciente ha dejado cicatrices profundas, y el futuro parece incierto. La falta de curiosidad por la vida de los vecinos israelíes es un signo de la profunda división que existe, donde el dolor y la pérdida han eclipsado cualquier deseo de entendimiento.
**La Vida en Metula: Entre el Miedo y la Esperanza**
En el lado israelí, Metula presenta una imagen diferente, aunque igualmente marcada por el conflicto. Las casas con techos a dos aguas y jardines bien cuidados contrastan con las ruinas de Kefarkela. Sin embargo, la vida en Metula no es tan idílica como parece. La evacuación de más de 68,000 personas debido a la ofensiva de Hizbulah ha dejado las calles desiertas. Tami, una de las pocas residentes que no abandonó la ciudad, describe la belleza de su hogar, pero también la inquietud que siente al estar tan cerca del muro que separa a los dos pueblos.
La percepción de los israelíes sobre sus vecinos libaneses está marcada por el miedo y la incomprensión. Eitan, un joven israelí que perdió amigos en los ataques, expresa su deseo de entender el odio que sienten hacia ellos. Sin embargo, su visión de la paz parece desvanecerse, ya que considera que «la paz ya no es una opción». Esta falta de esperanza se refleja en la vida cotidiana de Metula, donde la normalidad se ve interrumpida por la sombra del conflicto.
La frontera entre Kefarkela y Metula es un microcosmos de la complejidad del conflicto israelo-libanés. Mientras que en Kefarkela la vida se centra en la reconstrucción y la resistencia, en Metula se vive con la incertidumbre y el miedo. La distancia entre ambos pueblos no solo es física, sino también emocional, y cada uno vive su propia realidad en un contexto de desconfianza mutua.
**El Paso de las Fronteras: Un Viaje Complicado**
La situación en la frontera no solo afecta a los residentes locales, sino también a los viajeros que intentan cruzar. La ruta desde Líbano a Israel es complicada y está llena de obstáculos. A pesar de la proximidad geográfica, las distancias que deben recorrerse para cruzar de un lado a otro son enormes. Los viajeros deben atravesar varias fronteras y enfrentarse a rigurosos controles de seguridad, lo que convierte un simple viaje en una odisea.
El paso de Masná, que conecta Líbano con Siria, ha visto un aumento en el tráfico de personas desde la caída de Bashar al Asad. Sin embargo, el costo de los visados y las restricciones de entrada complican aún más la situación. Para muchos, la única forma de llegar a Israel es a través de un complicado proceso que puede incluir interrogatorios y la necesidad de tener un segundo pasaporte.
La experiencia de cruzar fronteras en esta región es un reflejo de la historia de conflictos y tensiones que han marcado a Oriente Medio. Cada cruce es un recordatorio de las divisiones que existen, no solo entre países, sino también entre comunidades que, a pesar de estar tan cerca, parecen vivir en mundos completamente diferentes.
La frontera entre Kefarkela y Metula es un símbolo de la complejidad de las relaciones en Oriente Medio. Mientras que la destrucción y la resiliencia marcan la vida en Kefarkela, el miedo y la incertidumbre dominan en Metula. En este contexto, la esperanza de un futuro pacífico parece lejana, y las barreras que separan a ambos pueblos continúan siendo un recordatorio de las heridas que aún no han sanado.