La situación en Gaza, un mes después del anuncio del alto el fuego, revela un panorama desolador. La devastación provocada por dos años de ofensiva israelí es evidente en cada rincón de la franja. Las ruinas se apilan en un paisaje desolado detrás de la llamada ‘línea amarilla’, que marca la frontera provisional hasta donde las Fuerzas de Defensa de Israel se han retirado tras el acuerdo. Desde este punto, los soldados israelíes vigilan y abaten a quienes intentan cruzar. La calma que sigue a la tormenta ha permitido que varios medios y agencias internacionales accedan al barrio de Shejaiya, ubicado en las afueras de la ciudad de Gaza, gracias a una visita organizada por el Ejército israelí. Esta es, hasta el momento, la única forma en que la prensa extranjera puede ingresar a la franja y documentar la devastación que ha dejado el conflicto.
El Ministerio de Sanidad gazatí reporta que al menos 241 palestinos han perdido la vida desde el inicio del alto el fuego. La corresponsal de EFE, María Traspaderne, describe un ambiente inquietante: «Solo se escucha el zumbido esporádico de un dron, la conversación apagada de los soldados y los ladridos de perros vagabundos. No hay rastro de las miles de personas que solían habitar allí, cuyas casas son ahora montones de escombros». Los que han tenido la oportunidad de visitar la zona relatan que, a pocos metros de la línea imaginaria, los soldados israelíes dividen el barrio en dos partes: la oeste, libre de tropas, y la este, controlada por el Ejército israelí, que ha tomado el control de más de la mitad del territorio de Gaza.
El portavoz militar, Nadav Shoshani, explica que su objetivo es asegurar que estas áreas sean libres de terrorismo y que Hamas no regrese. Asegura que se toman numerosas precauciones antes de actuar contra cualquier persona que cruce la línea, y que solo se dispara a miembros de Hamas o a aquellos que ignoran las advertencias. Sin embargo, las cifras de muertos siguen aumentando a pesar del cese de los ataques. El Ministerio de Sanidad gazatí, que depende del Gobierno de Hamas, afirma que el Ejército israelí ha matado a al menos 241 palestinos desde que se implementó el acuerdo de alto el fuego. Entre las víctimas se encuentran siete niños y dos mujeres que murieron el 18 de octubre, cuando las fuerzas israelíes bombardearon el minibús en el que viajaban hacia su hogar, más allá de la divisoria, en el barrio de Zeitún, al sur de Shejaiya.
La estrategia del Ejército israelí consiste en posicionarse a varios cientos de metros detrás de la ‘línea amarilla’, lo que les permite mantener una distancia segura y dar tiempo a las personas para que sean advertidas. Sin embargo, el 80% de la ‘línea amarilla’ no está claramente marcada, lo que la hace prácticamente invisible para los gazatíes que intentan regresar a sus hogares. La ONU estima que el 84% del territorio de Gaza ha sido destruido, lo que deja a la mayoría de los habitantes sin un lugar donde volver.
La reconstrucción de Gaza se presenta como un desafío monumental. Con la infraestructura devastada y la economía en ruinas, la comunidad internacional enfrenta la tarea de ayudar a los gazatíes a reconstruir sus vidas. Sin embargo, la situación política y la continua tensión en la región complican aún más este proceso. La falta de acceso a recursos básicos, como agua potable y electricidad, agrava la crisis humanitaria que vive la población.
Las organizaciones humanitarias están trabajando arduamente para proporcionar asistencia a los afectados, pero se enfrentan a numerosos obstáculos. La seguridad en la región sigue siendo inestable, lo que dificulta la entrega de ayuda. Además, la desconfianza entre las partes en conflicto complica aún más la posibilidad de un diálogo constructivo que permita avanzar hacia una paz duradera.
La comunidad internacional observa con preocupación la situación en Gaza, pero las respuestas han sido variadas y, en muchos casos, insuficientes. La necesidad de un enfoque coordinado y efectivo para abordar la crisis humanitaria es más urgente que nunca. La reconstrucción de Gaza no solo implica la restauración de edificios y servicios, sino también la necesidad de sanar las heridas de un conflicto que ha dejado profundas cicatrices en la población.
En este contexto, es fundamental que se establezcan mecanismos de diálogo y cooperación que permitan a los gazatíes reconstruir sus vidas y recuperar la esperanza. La paz en la región es un objetivo que parece lejano, pero es esencial para garantizar un futuro mejor para las generaciones venideras. La historia de Gaza es un recordatorio de la fragilidad de la paz y de la importancia de trabajar juntos para construir un futuro en el que todos puedan vivir en seguridad y dignidad.
