Las elecciones parlamentarias en Irak, programadas para el 11 de noviembre de 2025, se desarrollan en un ambiente de desencanto y baja participación. Desde las siete de la mañana hasta las seis de la tarde, los ciudadanos tienen la oportunidad de ejercer su derecho al voto, aunque las proyecciones indican que la participación podría ser inferior al 41% registrado en las elecciones de 2021, que ya marcó un mínimo histórico. Con 7.744 candidatos compitiendo por 329 escaños, la situación política del país es compleja y refleja un profundo descontento hacia la clase política actual.
El primer ministro en funciones, Mohamed Shia el Sudani, busca un segundo mandato en medio de un clima de desconfianza generalizada. Aunque su bloque político es considerado el favorito para obtener más escaños, las encuestas no sugieren que logre una mayoría clara. Esto podría llevar a Irak a un nuevo periodo de negociaciones entre los principales partidos chiíes, suníes y kurdos para formar una coalición de gobierno, un proceso que ha sido característico de la política iraquí desde la caída de Sadam Husein.
### Un Contexto de Desconfianza y Descontento
La historia reciente de Irak está marcada por la violencia sectaria, la corrupción y la parálisis política. Desde las primeras elecciones tras la ocupación estadounidense en 2005, el país ha enfrentado múltiples crisis. Entre 2006 y 2008, Irak vivió una guerra civil entre milicias chiíes y suníes que dejó miles de muertos. Posteriormente, entre 2013 y 2017, el ascenso del grupo Estado Islámico (ISIL) provocó una nueva ola de violencia y desestabilización.
Hoy, las Fuerzas de Movilización Popular (Hashd el Shabi), que son oficialmente parte del Estado pero leales a sus propios líderes, representan un pilar del poder político chií. Esta situación ha generado tensiones con Estados Unidos, que presiona al primer ministro Sudani para que controle a estas milicias. Sin embargo, cualquier intento de Sudani de someter a las milicias podría costarle el apoyo de los partidos que lo sostienen en el poder. Un diplomático occidental en Bagdad ha señalado que el equilibrio entre las presiones de Irán y Estados Unidos es insostenible, lo que complica aún más la gobernabilidad del país.
La fragmentación política es otro de los grandes desafíos que enfrenta Irak. El bloque chií se encuentra dividido entre el actual primer ministro y su predecesor, Nuri el Maliki, quien busca regresar al poder a pesar de ser responsabilizado por políticas sectarias que facilitaron el auge del Estado Islámico. Por otro lado, el partido suní Taqaddum, liderado por el actual presidente del Parlamento, Mohamed el Halbusi, intenta mantener su influencia en las provincias occidentales, mientras que los kurdos se dividen entre el Partido Democrático del Kurdistán (PDK) y la Unión Patriótica del Kurdistán (UPK).
### La Influencia del Clero y el Boicot Electoral
Uno de los factores que podría afectar significativamente la legitimidad de las elecciones es el boicot convocado por el influyente clérigo chií Muqtada el Sadr. Este líder religioso ha instado a sus seguidores a abstenerse de votar, argumentando que el sistema de cuotas es responsable de la corrupción y la ineficiencia en el gobierno. La ausencia de los sadristas, que representan una base popular considerable, podría restar legitimidad al futuro gobierno y complicar aún más la ya frágil situación política del país.
El movimiento de Sadr ha demostrado ser capaz de movilizar a cientos de miles de personas en las calles, lo que añade una capa de complejidad a la dinámica electoral. La falta de participación de este grupo podría llevar a un gobierno que no refleje la voluntad del pueblo, exacerbando el descontento y la desconfianza hacia las instituciones.
A medida que Irak se prepara para estas elecciones, la incertidumbre y la fragmentación política son palpables. La historia reciente del país ha dejado cicatrices profundas, y la posibilidad de un cambio significativo parece lejana. Sin embargo, la participación ciudadana y el compromiso con el proceso democrático son esenciales para el futuro de Irak. La comunidad internacional observa con atención, esperando que estas elecciones puedan ser un paso hacia una mayor estabilidad y gobernabilidad en un país que ha sufrido tanto en las últimas décadas.
