La Guerra Civil Española, que estalló en 1936, dejó a la región vasca en una situación devastadora. Miles de personas perdieron la vida y muchas más se vieron obligadas a abandonar sus hogares, buscando refugio en el extranjero. Ante esta crisis, el Gobierno Vasco, liderado por el Lehendakari José Antonio Agirre, se vio en la necesidad de encontrar formas de financiar el exilio y atender a los miles de vascos que se encontraban en una situación precaria. Este artículo explora las diversas iniciativas empresariales que se llevaron a cabo para mitigar el sufrimiento de los exiliados y fomentar la autosuficiencia económica.
La búsqueda de financiación propia fue una de las prioridades del Gobierno Vasco desde su llegada a París. Con el apoyo de entidades internacionales y el Gobierno republicano, los líderes vascos comenzaron a idear diferentes fórmulas para generar ingresos. Una de las propuestas más ambiciosas fue la creación de un banco privado en Francia, que podría atender a la gran cantidad de expatriados vascos y españoles que se encontraban en el país. Este banco no solo serviría como un lugar para gestionar remesas y valores, sino que también se encargaría de administrar los bienes de los vascos en el extranjero, un aspecto que había sido poco explorado por la banca española antes de la guerra.
Entre las figuras clave en este esfuerzo se encontraban el ingeniero José María Delicado Valle y Eliodoro de la Torre, consejero de Hacienda. Delicado, exiliado en Biarritz, organizó un grupo de personas para desarrollar proyectos económicos que no solo proporcionarían empleo a los exiliados, sino que también generarían ingresos para el Gobierno Vasco. La colaboración con Jean Raymond Larrouyet, un abogado con experiencia en el mercado francés, fue fundamental para llevar a cabo estos proyectos.
Una de las primeras acciones del grupo fue participar en exposiciones industriales en Barcelona e Inglaterra, donde se buscaba promover la capacidad productiva del exilio vasco. Sin embargo, la situación se complicó con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, lo que llevó al Gobierno a considerar la emigración a América como una solución viable. Países como Venezuela estaban en plena expansión y necesitaban mano de obra, lo que ofrecía una oportunidad para los exiliados vascos.
Entre las iniciativas más destacadas se encontraba la idea de construir una fábrica de baldosas en Francia, que eventualmente se trasladó a Venezuela debido a las condiciones políticas en Europa. Además, Delicado propuso la creación de una bomba incendiaria, un invento que llamó la atención del Gobierno inglés, lo que llevó a negociaciones sobre su posible producción conjunta.
El sector pesquero también fue objeto de atención, con la creación de la empresa Pecheries de la Cote Basque, que buscaba promover la pesca y comercialización del pescado. A pesar de los esfuerzos, la situación económica y política llevó a la liquidación de la empresa a finales de agosto de 1939, lo que reflejó las dificultades que enfrentaban los vascos en el exilio.
A medida que la guerra avanzaba, el Gobierno Vasco continuó explorando nuevas oportunidades en el ámbito de la metalización y otros sectores industriales. La experiencia y el conocimiento de los profesionales vascos en estos campos fueron considerados un recurso valioso para el desarrollo de proyectos económicos en el exilio.
La creación de empresas y la búsqueda de financiación propia fueron esfuerzos audaces del Gobierno Vasco para gestionar el drama del exilio. Aunque muchos de estos proyectos no llegaron a fructificar como se esperaba, representan un aspecto menos conocido de la historia del exilio vasco y su lucha por la supervivencia y la dignidad en tiempos de crisis. La capacidad de adaptación y la búsqueda de soluciones innovadoras son testimonio de la resiliencia de la comunidad vasca ante la adversidad.