En el año 2013, el entonces presidente de Uruguay, Pepe Mujica, realizó una visita memorable a Muxika, una localidad en la provincia de Bizkaia, que representa sus raíces familiares. Este viaje no solo fue un acto protocolario, sino una experiencia emocional que dejó huella tanto en el mandatario como en los habitantes del lugar. Durante su estancia, Mujica se mostró accesible y jovial, reflejando su carácter auténtico y cercano a la gente.
La visita de Mujica a Muxika fue parte de una gira más amplia por Europa, donde el presidente uruguayo buscaba reconectar con sus orígenes. Al llegar, fue recibido con entusiasmo por los vecinos, quienes superaron las expectativas en cuanto a la asistencia al evento. La diputada de EH Bildu, Onintza Enbeita, lo describió como «un muxikarra genuino», destacando la conexión que Mujica sentía con el pueblo vasco.
Durante el acto en el ayuntamiento, Mujica hizo hincapié en las similitudes entre los pueblos uruguayo y vasco, así como en su orgullo por compartir raíces que se remontan a tiempos antiguos. Su discurso estuvo lleno de referencias a la historia y la cultura de ambos pueblos, lo que resonó profundamente entre los asistentes. Mujica, conocido por su estilo directo y su sentido del humor, no dudó en bromear sobre las dificultades de la vida moderna, como las prisas y la constante atención de los medios de comunicación.
Uno de los momentos más significativos de la visita fue cuando Mujica firmó el libro de honor del municipio, añadiendo un sencillo «Pepe» a su firma. Este gesto simbolizó su cercanía con la comunidad y su deseo de ser parte de ella. Además, recibió un regalo especial del alcalde Aitor Goldaraz: una réplica de la llave y cerradura de madera de la Torre Muxika, un símbolo de bienvenida que representaba las puertas abiertas del municipio para el presidente uruguayo.
La Torre Muxika, que data del siglo XIV, es un importante monumento histórico que conecta a Mujica con su linaje. Durante su visita a la casa-torre, el mandatario se mostró fascinado por la historia del lugar y reflexionó sobre las dificultades que enfrentaron sus antepasados al emigrar. «La tuvieron que pasar muy mal, acorralados, para huir de este paraíso», comentó, evocando la historia de su familia y el sacrificio que implicó su migración.
El ambiente de la visita fue cálido y familiar, lo que permitió a Mujica interactuar de manera directa con los ciudadanos. Muchos compatriotas uruguayos presentes en el evento expresaron su orgullo por tener a Mujica como presidente, lo que subrayó la conexión emocional que el mandatario había logrado establecer con su pueblo natal. La visita, aunque breve, dejó una impresión duradera en los asistentes, quienes apreciaron la humildad y el compromiso de Mujica con sus raíces.
A pesar de la apretada agenda que caracterizaba su gira europea, Mujica prometió regresar a Muxika en el futuro, esta vez acompañado de su pareja, para explorar más a fondo su herencia familiar. Su deseo de volver refleja no solo su aprecio por el lugar, sino también su anhelo de reconectar con sus orígenes y comprender mejor la historia de su familia.
La visita de Pepe Mujica a Muxika es un recordatorio de la importancia de las raíces y la identidad cultural. A través de su conexión con este pequeño pueblo vasco, Mujica no solo reafirmó su vínculo con su historia familiar, sino que también destacó la relevancia de la memoria colectiva en la construcción de la identidad personal y nacional. Su legado como líder y su compromiso con la dignidad y la humildad continúan inspirando a muchos, tanto en Uruguay como en el extranjero.