El estadio de San Mamés, conocido como La Catedral, se convirtió en un punto neurálgico del fútbol durante el Mundial de 1982, al albergar a la selección inglesa en la fase de grupos. Este evento no solo marcó la historia del Athletic Club, sino que también dejó una huella imborrable en la afición local y en la cultura futbolística de Euskadi.
Inglaterra, que se encontraba en su mejor momento futbolístico, disputó tres partidos en San Mamés, donde logró victorias contundentes ante Francia, Checoslovaquia y Kuwait. La afición local, que llenó las gradas del estadio, jugó un papel crucial en el ambiente festivo que rodeó estos encuentros. La conexión entre los hinchas ingleses y los vascos fue palpable, creando una atmósfera única que se recuerda hasta el día de hoy.
La historia de San Mamés en el Mundial de 1982 comienza con la remodelación del estadio, que se llevó a cabo para adaptarse a las exigencias del torneo. Se derribaron varias tribunas para ampliar el aforo y mejorar los accesos, lo que permitió que más aficionados pudieran disfrutar de los partidos. En un contexto social complicado, marcado por el conflicto vasco, la llegada del Mundial representó un soplo de aire fresco y una oportunidad para celebrar el fútbol en su máxima expresión.
Uno de los momentos más destacados de la participación de Inglaterra en San Mamés fue el partido inaugural contra Francia. Con un ambiente caldeado y temperaturas extremas, los ingleses se impusieron 3-1, destacando el gol más rápido de la historia de los mundiales, anotado por Bryan Robson a los 27 segundos de juego. Este triunfo no solo consolidó a Inglaterra como un equipo fuerte en el torneo, sino que también cimentó la relación entre La Catedral y la selección inglesa.
A pesar de que se esperaba una afluencia masiva de aficionados ingleses en Bilbao, la realidad fue diferente. Muchos de ellos optaron por hospedarse en localidades cercanas, como Getxo, lo que limitó su presencia en la ciudad. Sin embargo, esto no impidió que la afición local se uniera a la fiesta, contribuyendo a un ambiente vibrante en cada partido. Las crónicas de la época reflejan que se despacharon más de 400,000 litros de cerveza diariamente, un testimonio del entusiasmo que generó el evento.
La relación entre San Mamés e Inglaterra se consolidó aún más cuando el equipo británico logró un pleno de victorias en la fase de grupos. Sin embargo, la suerte les dio la espalda en la segunda fase, donde fueron eliminados tras empatar con España y Alemania Occidental. Este cambio de fortuna llevó a muchos a pensar que la magia de San Mamés era un talismán para los Three Lions, que no lograron replicar su éxito en Madrid.
El Mundial de 1982 no solo fue un evento deportivo, sino un fenómeno cultural que unió a diferentes nacionalidades a través del amor por el fútbol. La afición vasca, que se volcó en el apoyo a la selección inglesa, demostró que el deporte puede ser un puente entre culturas, incluso en tiempos de tensiones políticas y sociales. La experiencia vivida en San Mamés dejó una marca indeleble en la memoria colectiva de los aficionados, quienes aún recuerdan con nostalgia aquellos días de fútbol y camaradería.
En la actualidad, San Mamés sigue siendo un símbolo del fútbol en Euskadi y un lugar donde se celebran eventos deportivos de gran relevancia. La historia del Mundial de 1982 y la conexión entre Inglaterra y la afición local son recordadas con cariño, y cada vez que un equipo inglés visita La Catedral, se revive ese idilio que comenzó hace más de cuatro décadas. La historia de San Mamés es un recordatorio de cómo el fútbol puede unir a las personas, independientemente de su origen o nacionalidad.