La patata es uno de los alimentos más consumidos en el mundo, presente en una variedad de platos cotidianos como el puré, las patatas fritas o la tortilla. Sin embargo, su apariencia engañosamente inofensiva puede ocultar un peligro para la salud: la solanina. Este compuesto tóxico se desarrolla bajo ciertas condiciones, convirtiendo a la patata en un potencial riesgo para quienes la consumen sin precauciones.
La solanina es un compuesto químico natural que algunas plantas, como la patata, producen para defenderse de insectos y hongos. Se encuentra en mayor concentración en la piel, los brotes y las zonas verdes del tubérculo. A diferencia de otros compuestos, la solanina no se destruye con la cocción, lo que significa que hervir, freír u hornear la patata no elimina el riesgo de intoxicación.
El consumo de patatas con brotes o zonas verdes puede provocar síntomas como náuseas, vómitos, diarrea, dolor abdominal, mareos e incluso alucinaciones en casos extremos. Aunque las intoxicaciones graves son poco frecuentes, el consumo repetido de pequeñas cantidades puede afectar la salud a largo plazo. Por ello, es crucial aprender a identificar el riesgo y cómo evitarlo.
El color verde en la patata no es solanina en sí, sino clorofila, una sustancia inofensiva que se desarrolla cuando el tubérculo ha estado expuesto a la luz. Sin embargo, la presencia de clorofila suele indicar un aumento de la solanina, ya que ambas sustancias se forman como respuesta del vegetal a condiciones adversas. Por lo tanto, si una patata tiene zonas verdes, es señal de que puede contener niveles peligrosos de solanina.
Cuando se trata de patatas con brotes o partes verdes, la recomendación más segura es desechar la patata por completo, especialmente si está muy brotada, arrugada o verdosa. En casos menos severos, se puede cortar generosamente la zona afectada, asegurándose de eliminar al menos un centímetro adicional alrededor del brote o parte verde. Sin embargo, esta solución solo es válida si el resto de la patata está en buen estado. Si hay dudas, es mejor no consumirla.
La correcta conservación de las patatas es clave para evitar la aparición de solanina. Aquí algunos consejos prácticos:
1. **Evitar la luz**: Guarda las patatas en un lugar oscuro, como una despensa o armario cerrado. La luz activa la producción de clorofila y solanina.
2. **Temperatura adecuada**: Mantén las patatas a una temperatura fresca (entre 6 y 12°C), pero nunca en la nevera. El frío extremo transforma los almidones en azúcares, afectando tanto al sabor como a la textura.
3. **Buena ventilación**: Usa cestas de mimbre, bolsas de papel o cajas con orificios para permitir la circulación del aire.
4. **Separarlas de otras frutas**: Especialmente de manzanas o plátanos, que emiten etileno, una hormona que acelera la maduración y los brotes.
Expertos en salud y asociaciones de consumidores han advertido sobre el riesgo potencial de consumir patatas en mal estado. Aunque la solanina no representa una amenaza generalizada, su toxicidad está bien documentada. La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) ha emitido informes alertando sobre el consumo de patatas con altos niveles de este compuesto. En algunos países, los supermercados están obligados a retirar lotes de patatas con presencia excesiva de partes verdes, y en el ámbito doméstico se recomienda no utilizar aquellas que presentan signos claros de deterioro.
La educación sobre el manejo y consumo de patatas es esencial para prevenir intoxicaciones. Conociendo los riesgos y siguiendo las recomendaciones adecuadas, se puede disfrutar de este alimento básico sin poner en peligro la salud. La próxima vez que prepares un plato con patatas, asegúrate de revisar su estado y almacenarlas correctamente para evitar cualquier problema.