El mundo del ciclismo profesional no solo se basa en la resistencia física y la estrategia en carrera; también requiere un cuidado meticuloso del cuerpo de los ciclistas. Joseba Elgezabal, masajista del equipo UAE, es un ejemplo de cómo el arte del masaje se convierte en una herramienta esencial para la recuperación y el rendimiento de los deportistas. Desde su inicio en el Seguros Bilbao hasta su actual posición en uno de los mejores equipos del mundo, Elgezabal ha desarrollado una metodología única que se adapta a las necesidades individuales de cada ciclista.
Cada ciclista es diferente, y Elgezabal lo sabe bien. «Cada persona es un mundo», afirma, enfatizando la importancia de entender las particularidades de cada cuerpo. Esta comprensión es crucial, ya que cada musculatura tiene sus propias necesidades y requiere un enfoque específico. El masaje, según Elgezabal, es «a la carta», lo que significa que se personaliza según las características y el estado físico de cada ciclista.
La relación entre el masajista y el ciclista es fundamental para el éxito del tratamiento. Elgezabal destaca que la confianza y la comunicación son esenciales. «Tienes que tener buena relación porque el masaje es cosa de los dos. Tiene que haber un feedback», explica. Un ciclista relajado es más receptivo al masaje, lo que permite que el tratamiento sea más efectivo. En este sentido, la conexión emocional y física entre ambos es clave para lograr los mejores resultados.
El proceso de masaje comienza después de cada etapa, cuando los ciclistas se han hidratado y alimentado. Elgezabal despliega su mesa de camilla y se prepara para atender a dos ciclistas, dedicando aproximadamente una hora a cada uno. Aunque el enfoque principal son las piernas, el masaje se extiende a todo el cuerpo, incluyendo áreas como el diafragma, el cuello y la espalda. Esto se debe a que el esfuerzo físico no solo afecta a las extremidades, sino que también genera tensión en otras partes del cuerpo.
El objetivo principal del masaje es facilitar la circulación sanguínea en las piernas, ayudando a los ciclistas a recuperarse de la fatiga y el estrés muscular. Con años de experiencia, Elgezabal ha desarrollado una habilidad especial para identificar las necesidades de cada ciclista. «En cuanto toco el músculo, ya sé cómo está y qué necesita. No tenemos que hablar. Es algo que se nota de inmediato», comenta.
Además de la técnica manual, Elgezabal también incorpora tecnología en su práctica. Utiliza dispositivos como la máquina tecar, que emplea corrientes de radiofrecuencia para promover la regeneración tisular y aliviar el dolor. Esta combinación de técnicas manuales y tecnología avanzada permite un enfoque más integral en la recuperación de los ciclistas.
Una de las técnicas que Elgezabal prefiere es la técnica Graston, que utiliza utensilios metálicos para trabajar en los tendones y las interioridades del músculo. Esta técnica permite un tratamiento más preciso y menos agresivo, lo que resulta en una mayor eficacia. Sin embargo, su uso requiere un conocimiento profundo y una técnica depurada para interpretar correctamente las necesidades del cuerpo.
El masaje es una parte nuclear en la rutina de los ciclistas, quienes esperan con ansias su turno en la camilla. La experiencia de Elgezabal demuestra que el cuidado del cuerpo va más allá de la simple aplicación de técnicas; se trata de un arte que combina conocimiento, sensibilidad y una profunda conexión con el ciclista. En un deporte donde cada detalle cuenta, el papel del masajista se convierte en un elemento esencial para el éxito y la salud de los atletas.