La situación en MFS Trapaga Sintering ha alcanzado un punto crítico, con la plantilla en huelga indefinida para protestar contra el posible cierre de la empresa. Este conflicto laboral ha movilizado a los trabajadores, quienes exigen la intervención de las instituciones para garantizar la continuidad de sus empleos. La empresa, que se dedica a la fabricación de componentes para la automoción, enfrenta un expediente de regulación de empleo (ERE) que podría resultar en el despido de 107 trabajadores.
La huelga comenzó como una respuesta a la gestión deficiente de la dirección de la empresa, que ha llevado a la situación actual. Santi Presa, presidente del Comité de empresa, ha denunciado que esta no es la primera vez que MFS enfrenta problemas financieros, lo que pone de manifiesto la falta de inversiones necesarias para mantener la actividad productiva. La plantilla, altamente cualificada y con años de experiencia, considera que la empresa sigue siendo viable y que su producción es esencial para el sector automotriz.
Los trabajadores han iniciado una serie de movilizaciones que incluyen una manifestación programada en Bilbao, donde esperan visibilizar su situación y presionar a las autoridades para que actúen. La dirección de MFS Trapaga ha dejado entrever que podría haber un comprador interesado en la empresa, pero los trabajadores desconfían de esta posibilidad, temiendo que se utilice como una estrategia para forzar despidos masivos.
La empresa tiene más de 40 años de trayectoria en el sector, siendo proveedora de importantes fabricantes de componentes automotrices. A pesar de la crisis, los trabajadores argumentan que la producción de piezas para suspensiones y sistemas de seguridad es fundamental y adaptable a las nuevas exigencias del mercado, especialmente en el contexto de la transición ecológica.
La plantilla ha hecho un llamado a las instituciones públicas, incluyendo al Gobierno Vasco, la Diputación Foral de Bizkaia y el Ayuntamiento de Trapagaran, para que asuman su responsabilidad en la defensa de los puestos de trabajo. Los trabajadores exigen que cualquier ayuda pública se utilice para preservar los empleos y no para beneficiar a empresarios que buscan aprovecharse de la situación.
El cierre de MFS Trapaga no solo significaría la pérdida de 107 empleos directos, sino que también tendría un impacto devastador en la industria de la Zona Minera y la Margen Izquierda, regiones que ya han sufrido las consecuencias de políticas de desindustrialización. La lucha de los trabajadores de MFS es, por tanto, una lucha por el futuro de la industria en estas comarcas, que han sido históricamente un pilar de la economía vasca.
En este contexto, la movilización de los trabajadores se convierte en un símbolo de resistencia ante la precariedad laboral y la deslocalización industrial. La situación de MFS Trapaga es un reflejo de los desafíos que enfrenta la industria en Euskadi, donde la necesidad de adaptarse a un mercado cambiante se encuentra con la realidad de una gestión empresarial que a menudo prioriza el beneficio a corto plazo sobre la sostenibilidad a largo plazo.
La comunidad local y los sindicatos han mostrado su apoyo a la causa de los trabajadores, destacando la importancia de mantener la actividad industrial en la región. La lucha de MFS Trapaga es, en última instancia, una lucha por la dignidad laboral y el derecho a un futuro en el que el trabajo y la industria sigan siendo parte integral de la vida en Bizkaia.