La reciente despedida de José Luis Zubizarreta, un analista político con más de veinticinco años de trayectoria en la prensa, ha dejado un eco profundo en el panorama político de Euskadi. A sus casi 87 años, Zubizarreta ha compartido sus reflexiones sobre la evolución de la política en la región, destacando tanto los avances como los retrocesos que ha observado a lo largo de su carrera.
Uno de los temas centrales en su análisis es el impacto de la desaparición de ETA, que considera un gran avance para la sociedad vasca. Sin embargo, Zubizarreta también señala que, a pesar de este progreso, persisten problemas significativos, como el aumento de la delincuencia gratuita y la percepción de inseguridad en las calles. Este fenómeno, según él, refleja un cambio en la cultura social y política de Euskadi, donde la violencia ha dejado una huella que aún no se ha sanado completamente.
La evolución del nacionalismo en Euskadi es otro punto crucial en sus reflexiones. Zubizarreta menciona que el nacionalismo ha abandonado sus posturas maximalistas en busca de una mayor centralidad. Este cambio, aunque positivo en términos de diálogo y convivencia, ha llevado a una política más pragmática y menos idealista. La búsqueda de soluciones a problemas cotidianos como la vivienda y el costo de la vida ha reemplazado a las grandes aspiraciones políticas que caracterizaban a épocas anteriores.
En cuanto a la aceptación de EH Bildu, Zubizarreta critica la normalización de este partido en el panorama político. Asegura que su éxito se debe en gran parte a que otros partidos han blanqueado su imagen, permitiendo que sean vistos como una opción válida sin haber condenado explícitamente el terrorismo de ETA. Este fenómeno ha generado una desconexión entre las generaciones más jóvenes y el legado de la violencia, ya que muchos jóvenes no consideran relevante el pasado violento de la política vasca.
Zubizarreta también aborda la desafección política que se ha apoderado de la sociedad. La falta de grandes objetivos y la percepción de que los partidos han perdido su esencia han llevado a un desencanto generalizado. La política, que antes era vista como un campo de lucha por ideales, se ha convertido en un espacio donde los políticos parecen más preocupados por mantener su posición que por servir a la ciudadanía. Este cambio ha generado una masa de votantes desinteresados, que se sienten desconectados de los partidos tradicionales.
El papel del PNV en este contexto es igualmente crítico. Zubizarreta argumenta que el partido ha perdido su rumbo y se ha convertido en uno más dentro del espectro político. La falta de un objetivo claro y la incapacidad de adaptarse a las nuevas realidades han llevado a un desgaste notable en su base de apoyo. La política épica que una vez caracterizó al PNV ha dado paso a una gestión más rutinaria, donde la identidad vasca se ha relegado a un segundo plano.
La crítica de Zubizarreta no se limita a los partidos políticos, sino que también se extiende a la calidad de los políticos actuales. Según él, ha habido un deterioro en la categoría humana de los políticos, quienes parecen más interesados en seguir a sus líderes que en representar a sus electores. Este fenómeno ha llevado a un ambiente político donde el debate y la diversidad de opiniones han sido reemplazados por un clima de confrontación y polarización.
Finalmente, Zubizarreta reflexiona sobre su propia trayectoria y el impacto que ha tenido en su vida el haber estado tan involucrado en la política vasca. A pesar de su decisión de retirarse, su legado como analista y observador crítico de la política en Euskadi perdurará, ofreciendo una perspectiva valiosa sobre los cambios y desafíos que enfrenta la región en el futuro. Su despedida no solo marca el final de una era, sino que también invita a la reflexión sobre el camino que aún queda por recorrer en la política vasca.