La imagen de Donald Trump se ha convertido en un símbolo en Jerusalén, donde un gran cartel proclama: “Ciro el Grande está vivo”. Esta afirmación no es casual, ya que muchos israelíes ven al presidente de Estados Unidos como una reencarnación moderna del emperador persa que permitió el regreso de los judíos exiliados en Babilonia. En un contexto de tensiones y conflictos, Trump ha tomado la iniciativa de orquestar un acuerdo de alto el fuego entre Tel Aviv y Hamas, buscando extender su influencia diplomática hacia Arabia Saudí y revitalizar los acuerdos de Abraham.
La reciente tregua en Gaza ha sido vista por la Casa Blanca como una oportunidad para redefinir las alianzas en Oriente Medio. Tras el estallido de la guerra en la franja, el diálogo entre los países árabes e Israel se había estancado, pero ahora, con la tregua en marcha, Trump ha manifestado su intención de reunirse con la monarquía saudí para negociar un acuerdo de normalización. En una entrevista reciente, el presidente afirmó que espera que Arabia Saudí acepte este acercamiento, sugiriendo que su participación podría abrir la puerta a otros países árabes para seguir su ejemplo.
Sin embargo, la normalización de relaciones entre Arabia Saudí e Israel no será sencilla. Los saudíes han establecido como condición la creación de un Estado palestino, un tema que ha sido central en las discusiones entre ambas naciones. Un plan de 20 puntos, previamente acordado entre Trump y el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, establece que la creación de un Estado palestino es esencial para avanzar en la normalización. A pesar de esto, una encuesta reciente reveló que un alto porcentaje de saudíes se opone a la normalización de relaciones con Israel, lo que complica aún más la situación.
La falta de un acuerdo claro sobre el futuro de Gaza y el estatus de Palestina ha sido un obstáculo significativo. El acuerdo alcanzado en Sharm el Sheij para poner fin a los bombardeos y facilitar el retorno de rehenes israelíes no aborda estas cuestiones críticas. Netanyahu, por su parte, se opone a la creación de dos estados, ya que Cisjordania está bajo control israelí y algunos de sus ministros más radicales abogan por la anexión total de la región.
La visión de Netanyahu de un “Gran Israel” ha sido ampliamente criticada por los países árabes y musulmanes, quienes ven en ella una amenaza a la estabilidad regional. El presidente sirio, Ahmed el Sharaa, ha expresado su apertura a los esfuerzos de Washington para mejorar las relaciones internacionales de Siria, pero no está dispuesto a considerar un acuerdo con Israel en este momento, dado el conflicto abierto que aún persiste entre ambos países.
A pesar de las dificultades, el enviado especial de Estados Unidos, Steve Witkoff, se muestra optimista sobre la posibilidad de una “expansión seria” de los acuerdos de Abraham. Durante un evento en el Museo Conmemorativo del Holocausto en Washington, Witkoff subrayó la importancia de mejorar la calidad de vida de los gazatíes, afirmando que la paz duradera solo será posible si ambas partes pueden vivir dignamente. Esta declaración resalta la complejidad de la situación, donde la seguridad de Israel y los derechos del pueblo palestino deben ser considerados simultáneamente.
Trump ha calificado el acuerdo con Hamas como “un milagro” y ha expresado su confianza en que este avance puede facilitar otros acuerdos similares a los logrados durante su mandato, como los alcanzados con Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Sudán y Marruecos. La retórica de Trump sugiere que está convencido de que estos acuerdos pueden contribuir a una paz duradera en la región, aunque muchos críticos cuestionan la viabilidad de tales afirmaciones en un contexto tan volátil.
La situación en Oriente Medio sigue siendo delicada y multifacética, con intereses y aspiraciones que a menudo chocan entre sí. La búsqueda de un equilibrio entre la seguridad de Israel y los derechos de los palestinos es un desafío que requiere un enfoque diplomático cuidadoso y considerado. A medida que se desarrollan los acontecimientos, el papel de Estados Unidos y la disposición de los países árabes para participar en un diálogo constructivo serán factores determinantes en la búsqueda de una paz sostenible en la región.