Durante diecisiete meses, una alianza inesperada ha logrado frenar la OPA del BBVA sobre el Banco Sabadell, un movimiento que ha dejado huella en el panorama financiero español. Esta resistencia se ha cimentado en la unión de la cúpula directiva del Sabadell, el apoyo del empresariado catalán y la intervención de un bloque político que ha defendido la continuidad del banco. La historia de esta batalla es un reflejo de las complejidades del entorno financiero y político en el que operan las instituciones bancarias en España.
La cúpula del Banco Sabadell, liderada por su presidente Josep Oliu, ha mostrado una firme determinación para resistir la oferta del BBVA. Oliu y su equipo han argumentado que la propuesta del BBVA no reflejaba el verdadero valor del Sabadell, especialmente tras un periodo de recuperación en el que las acciones del banco habían alcanzado sus máximos históricos. Esta recuperación ha sido vista como un símbolo de esperanza para los accionistas, quienes habían soportado años de incertidumbre y desconfianza en el mercado. La estrategia del BBVA, que parecía centrarse únicamente en el análisis financiero, no tuvo en cuenta la importancia de la percepción pública y la lealtad de los clientes y accionistas del Sabadell.
El empresariado catalán también ha jugado un papel crucial en esta resistencia. A diferencia de la gran burguesía, que podría haber visto la OPA como una oportunidad de diversificación, el empresariado medio y pequeño se ha movilizado en defensa de su banco. Este sector ha sentido el peso de un poder financiero que, en su opinión, podría imponer condiciones abusivas. La movilización de este grupo ha resonado en la sociedad catalana, generando un clamor a favor de la competencia y en contra de los monopolios. Este fenómeno ha recordado momentos históricos de defensa del proteccionismo y ha creado una nueva fuerza social que podría tener implicaciones a largo plazo en el tejido empresarial de la región.
La política ha sido otro factor determinante en esta historia. El Gobierno de Pedro Sánchez y el partido Junts, liderado por Carles Puigdemont, se han posicionado en contra de la fusión entre el BBVA y el Sabadell. La relación entre el sector bancario y la política ha sido tensa, y el BBVA cometió el error de no considerar la importancia de las relaciones políticas en su estrategia. La decisión de presentar la oferta a solo tres días de unas elecciones catalanas críticas fue vista como un movimiento desafortunado que no tuvo en cuenta el clima político del momento. Esto llevó a una respuesta fría por parte del Gobierno, que se sintió informado de manera tardía y poco adecuada.
El fracaso de la OPA del BBVA no solo se debe a la resistencia del Sabadell y su entorno, sino también a una serie de errores de cálculo por parte del banco que preside Carlos Torres. La falta de atención a las dinámicas sociopolíticas y la subestimación de la lealtad de los accionistas han sido factores que han contribuido a la caída de esta ambiciosa operación. En un entorno donde la percepción pública puede ser tan importante como los números en un balance, el BBVA no logró captar la esencia del momento.
La batalla por el Sabadell ha dejado lecciones importantes sobre la interconexión entre el poder financiero y el político, así como sobre la importancia de la percepción pública en el mundo empresarial. La resistencia del Sabadell ha demostrado que, a pesar de la presión de los grandes bancos, la lealtad de los clientes y la movilización de la comunidad empresarial pueden ser fuerzas poderosas. A medida que el panorama financiero continúa evolucionando, será interesante observar cómo estas dinámicas se desarrollan en el futuro y qué nuevas inquietudes surgirán en el ámbito empresarial y político de Cataluña y España en general.